sábado, 19 de noviembre de 2011

Identidad virtual

Ya no puede sorprendernos leer el diario en nuestra notebook, ver a nuestros niños frente a sus computadoras, con más de tres ventanas abiertas al mismo tiempo, chateando, tweeteando, escuchando música y más. Esto lo estamos percibiendo desde no hace tantos años, y nuestra cabeza se resiste a adaptarse a esa nueva realidad. Hay quienes creen que esto es una catástrofe, los chicos ya no leen, no se sociabilizan, se pasan horas frente a una máquina.

Hace poco me sorprendió ver un recreo en una de las escuelas de Buenos Aires, en la que ya entregaron las netbooks a los alumnos por el programa Conectar Igualdad. El patio, que antes estaba repleto de chicos corriendo, pateando pelotas y jugando a las escondidas, ahora estaba en silencio y los chicos, que cada uno salía con la máquina en sus manos, buscaban lugares para sentarse y poder jugar con ellas. ¿Y cómo no me va a resultar extraño? Soy una inmigrante digital, y me cuesta ingresar a estas nuevas formas de comunicarnos e informarnos. Pero no me resisto, soy docente y quiero actualizarme para estar a la altura de las circunstancias. Mis alumnos son nativos digitales, y merecen un maestro que pueda crear otros escenarios en las tradicionales aulas, sin modificar el papel del docente como intermediario del conocimiento.


Estos nativos digitales, que hacen un montón de cosas a la vez y participan en múltiples actividades, no son nada si no tienen “amigos” en Facebook, o “followers” en Tweeter, o algún que otro contacto dando vueltas por ahí. Entonces, no podemos negar que este nuevo juego de interacción es su terreno de juego, y que la red es un elemento sociabilizador. Ellos “son” si están conectados o no, si mandan mails o no, si están en alguna red o no. Todo esto les da una “identidad virtual” que van recreando todo el tiempo.


Es por todo esto que no podemos negar que la mayor consecuencia de la revolución de la digitalización de la información es el cambio en los modos de relación entre los seres humanos.

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